Vivía de niña convencida de que Dios no existe. Pero me encontré con Él. Me gustaba sobre todo estar en el jardín, bajo el cerezo. Al principio me empeñaba en hacer algo: mirar las nubes o pensar en alguna cosa. Luego dejé de hacerlo porque aquellos momentos míos estaban enteramente ocupados en permanecer, sin otro pensamiento o sentimiento especial, en el estado de ser amada, en la presencia del amor de Dios, que tantos otros han experimentado.
De mayor me interesó apasionadamente a qué profundidad puede llegar el hombre en su encuentro con otro ser. Me hice psicóloga y me ocupé de la psicología de lo profundo. Aprendí e hice todo lo que este mundo me ofrecía. Sin embargo, quedaba inquieta e insatisfecha.
En esto pasaron treinta años y —ya mucho después de mi conversión— leí a Teresa de Ávila y a San Juan de la Cruz. No podía apartarme de sus escritos. Me llenaba de una inmensa alegría que Dios nos hubiera invitado a un encuentro tan hondo que superaba ampliamente todas las imaginaciones. Esta felicidad todavía dura y se está haciendo más y más profunda.
Estas páginas hablan de este encuentro. Queremos compartir contigo nuestro
jardín como el lugar del encuentro. La
fuente sirve para que el mayor número de personas puedan alcanzar las tradiciones cristianas y con su ayuda conocer, entender y practicar del modo más auténtico su forma más profunda: la vía teresiana de la mística.
Por fin el blog —pensamientos haciendo camino.
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